Mis
cachorros ya han cumplido cinco semanas y yo soy feliz con ellos. Nunca pensé
que ser madre fuera tan maravilloso. Me paso horas con ellos viendo cómo
duermen, cómo maman, cómo juegan…
Tanto
los observo que he descubierto que uno de los machos arena siempre mama de la
misma teta. Ya desde recién nacido, con su tacto, buscaba una teta y desechaba
las otras. Ahora se guía por el olfato y se pelea con sus hermanos por esa misma
teta. Nunca se equivoca, buen olfato.
El
olfato es el sentido que, cuando estos pequeños sean collies adultos, se
convertirá en su más eficaz colaborador y fuente de información próxima y
distante. Pero antes de alcanzar estos límites extremos que tan significativos
serán, el olfato ya representa para este cachorrito, un sentido que le resulta
imprescindible para orientarse, localizar las tetas y acertar con la teta
preferida… elegir su teta, siempre la misma teta.
El
olfato en el cachorro, aparte del servicio que le presta en sus primeros días de
vida como medio de orientación, empieza, ya en tan temprana edad a “gravar su
disco duro”, los archivos que constituirán su memoria olfativa, que con el
tiempo clasificará en situaciones. Los
olores que el cachorro va archivando en su memoria le servirán para la
identificación en lo sucesivo de una circunstancia, persona, acontecimiento,
etc., de forma parecida a como sucede con los humanos. Hay personas que son
capaces de recordar, aunque sea vagamente, por algún olor captado hace muchos
años, la escena que en aquella fecha estaba viviendo al percibirlo, las
circunstancias que se daban e incluso algunas fisonomías de las personas en
aquel entonces presentes. El collie también, desde cachorro, reconoce por el
olor cualquier situación. Y se equivocan las personas que consideran que un
cachorro es incapaz de analizar y retener ya para siempre acontecimientos
relacionados con el olfato, vividos incluso junto a la teta de su madre.
Un
criador (humano) efectuó una prueba para comprender el efecto que sobre el
cachorro aún lactante produce su olfato. Utilizó una camada como la mía, de 37
días, para comprobar la relación que podía haber entre capacidad olfativa y
capacidad retentiva a esta edad. Un colaborador convenientemente perfumado con
una determinada colonia se acercaba al nido y daba algunos gritos que los
cachorros interpretaban de inmediato como símbolo de poca amistad, y,
asustados, se agrupaban entre ellos y junto a su madre. El colaborador se iba y
entraba el criador, acariciando a los cachorros, que volvían a su normalidad
anímica.
La
misma prueba se repitió durante tres días. Los cachorros, al día siguiente de
la primera experiencia, tan pronto percibían el olor de la colonia, mucho antes
de que el colaborador perfumado se acercara al nido, corrían a agruparse y
permanecían inmóviles. Sin gritos, bastaba simplemente que el colaborador pasara por el lado del nido sin poder ser
visto. Y cuando se había marchado y aparecía el criador, todos los cachorros,
con gran alegría, reclamaban su acostumbrada caricia. El criador quiso llevar el experimento más lejos, y al día siguiente, ya sin la ayuda del colaborador, se perfumó él mismo con la misma colonia y se acercó al nido. La respuesta de los cachorros, a pesar de sus tranquilizadoras palabras, fue la misma que con el colaborador: agruparse en un rincón, y como si en la unión buscaran la fuerza, no consiguió que ninguno se acercara a él. Esa misma tarde, el criador se limpió bien de toda emanación de colonia y volvió al nido. Tan pronto notaron su presencia los cachorros, se produjo una explosión de júbilo y alegría.
Al día siguiente, deseando apurar al máximo su experimento sobre la relación entre olfato y memoria olfativa, el criador, nuevamente perfumado, se acercó al nido para ver la reacción de los cachorros. Sin embargo había utilizado una colonia distinta y los cachorros salieron a su encuentro como si no llevara perfume alguno.
El
análisis de este experimento evidencia totalmente la existencia de una memoria
de carácter olfativo. El perfume del colaborador se había convertido en un
signo de hostilidad para los cachorros y lo habían guardado en el archivo de
recuerdos olfativos. No era necesario acercarse al nido y dar gritos, sino
simplemente dejar que los cachorros unificaran mentalmente el perfume aquél con
los gritos que le habían reportado. La nueva colonia que se puso el criador no
recordaba ningún acontecimiento desagradable a los cachorros, y, por tanto, lo
admitían como un perfume que no debía ser temido.
El
aparato olfativo del cachorro está constituido en el interior de la nariz por
unos conductos totalmente cubiertos de células quimiorreceptoras que con la
entrada de aire se impregnan del olor reinante. Este complicado tapizado
celular es como un filtro que retiene la emanación olorosa y la analiza
uniéndola inmediatamente a la situación que se da entonces, constituyéndose dos
archivos de distinta calificación. En uno quedará archivado el olor y en el
otro se archivará la situación, sensación y reacción que ha sido necesaria.
El
olfato es un perfecto analizador de olores, capaz de distinguir uno entre
varios que estén mezclados. La capacidad olfativa del collie, ya desde
cachorro, sobre todo a partir de los cinco meses, es de una proporción de
1:1.000.000. Y nuestra evolución olfativa es constante hacia la perfección
absoluta y alcanza extremos imposibles para el ser humano. Nuestro olfato puede
ser más potente que el mejor instrumento científico, razón que explica que se
nos entrene y utilice para detectar drogas, escapes de gas, explosivos, personas
desaparecidas, personas enterradas bajo la nieve o escombros, etc.
Dicen
que cuanto más grande es el perro y más largo su hocico, más agudo es el
olfato. Los collies, por ejemplo, no sólo tenemos un olfato más
desarrollado que los humanos, sino también que otras razas de perros. Además
tenemos otra ventaja, porque nuestra trufa suele estar húmeda, y esa capa de
humedad actúa como si se tratara de una cinta adhesiva, atrapando a las
moléculas aromáticas que transporta el aire.
Muchos
humanos piensan que una comida nos gusta más que otra. Pero no se trata solo de
gusto. El gusto es nuestro sentido menos desarrollado, pero con el olfato podemos
detectar lo amargo, dulce, salado, agrio e infinidad de sabores. Los perros podemos
reunir más información sobre los alimentos que comemos por el olor que por el
sabor.
Los
seres humanos se mueven por el mundo con la vista como sentido rey. Nuestro
sentido rey, en cambio, es el olfato. Nosotros olemos el mundo (ver post anterior). Nos movemos por él dependiendo de la nariz. Porque los humanos tienen
unos cinco millones de células olfativas frente a los 220 millones que tenemos los
collies. Ningún humano, puede llegar a imaginarse lo que significa oler el
mundo y obtener información a través del olfato.