miércoles, 24 de septiembre de 2014

ME ESTOY QUEDANDO SORDO


-          No quiero vivir más, estoy viejo y soy un problema para todos –me sorprendió CAP unos días después del accidente.
-          ¿Por qué dices eso? Para tu edad, estás bien.
-          No, Nina, estoy sordo y ya viste lo que pasó.

CAP se refiere al lamentable accidente que ocurrió en casa hace poco más de dos meses. La puerta basculante del garaje se cerraba y él se encontraba justo debajo. Para toda la manada el ruido de la puerta al cerrarse es ya conocido y nos alejamos, pero CAP no la oyó y la puerta lo atrapó. Sus gritos de dolor alertaron a nuestra familia. JZ quiso ir tan deprisa a socorrer a CAP que no calculó las distancias y se cayó por dos veces, lastimándose la rodilla. Ensangrentado y angustiado, llegó hasta CAP y pudo detener el portal. Por suerte, CAP estaba bien. Sus costillas aguantaron la presión del portal y la rápida intervención de JZ evitó males mayores para Cap, aunque a JZ le supuso tener que ir a Urgencias y estar más de un mes de baja. Demasiados días sin poder andar... y yo sin poder ir de excursión.
 
CAP y la puerta que no oyó cerrarse y le atrapó

Este episodio afectó mucho a CAP y le hizo sentirse culpable. Por suerte él es muy positivo y ha hecho un gran esfuerzo para resituarse:

-          Debo ser agradecido por estar vivo. Quiero alejar de mi inconsciente ese sentimiento medio depresivo que hace que el paso de los años sea visto como la pérdida de todo.

CAP ha cumplido 13 años y sus sentidos se van debilitando en cierto grado, unos más que otros. Él mantiene un gran olfato y una buena vista, pero tiene otros problemas, comunes a su edad, como la sordera, debido a la calcificación de los huesecillos del oído interno.

Antes del accidente, las más jóvenes de la manada ya habíamos observado otros síntomas: Duerme tranquilo, las siestas duran más tiempo y sonidos que antes lo despertaban parecen ya no molestarle. No se acerca cuando lo llaman y no obedece órdenes orales, a no ser que vayan acompañadas con señas...

Éstas y otras alteraciones de su conducta, siempre intachable hasta ahora, tienen una explicación más física que emocional: se trata de la sordera, sin duda. Los perros sordos, o con importantes mermas auditivas, dejan de reaccionar ante sonidos que antes llamaban su interés, o tienen dificultad para identificar el origen de un ruido.

Hoy, su hija KIT, que cuida de él a todas horas, nos ha reunido a toda la manada, para coordinar nuestra ayuda a CAP y hacer que sus últimos días, o años, sean lo más agradables posibles:

-          Hay que hacer jugar y moverse a mi padre. Que no se apoltrone en una vida sedentaria. Una buena dieta y ejercicio regular es lo mejor. No vamos a permitir que se hunda en la senilidad. La rutina diaria de ejercicio, juego y contacto deben continuar. Como su sordera es inevitable, es necesario que le conversemos de frente, evitando la distancia y utilizando gestos. Él me ha prometido que se apoyará más en su olfato y que se esforzará en observar atentamente las expresiones faciales y el lenguaje corporal. Como nos dice nuestra familia humana, hay que tener paciencia y cargarse de comprensión.
 
CAP y su hija KIT, siempre pendiente de él
De acuerdo, Kit. CAP es una pieza muy importante en la manada. Es un pozo de experiencia y sabiduría y todas las jóvenes queremos seguir bebiendo de él. Vamos a cuidarlo.

Pensando en CAP, y en todos los humanos que tienen collies viejos, copio un extracto conmovedor de “Old Dogs”, de Gene Wengarten y Michael S. Williamson, un ensayo sobre la experiencia de convivir con perros viejos. Uno de los autores recuerda el día en que sintió que su perro comenzó a envejecer:

“Sí, yo presentía que se estaba haciendo viejo. Al principio fue un cambio sutil. Pero ese espíritu chulesco se fue aplacando; a esta nueva paz contribuyeron la ceguera y la sordera. Pero en vez de reaccionar con frustración y tristeza, como haría un ser humano, mi perro viejo fue optando por la tranquilidad de espíritu. Ahora, no me cabe duda, es un sabio. En verano encuentra el rincón más fresco, en invierno el rayo de sol más sabroso; ya no quiere alejarse más de cien metros de casa, cuando llega a la esquina, se da media vuelta y da por finalizado el paseo; prefiere dar paseíllos por el patio, como si fuera un jardinero experto, disfrutando del olor de cada hoja. Un amigo me dijo un día, "me encantan los perros, pero no los tengo porque su ciclo de vida es demasiado corto". Es cierto. Pero hay algo tan digno en su vejez, esa capacidad para convertir las limitaciones físicas en placidez contemplativa, que su actitud se convierte en una lección diaria. Cierto es que a veces echo de menos esa adoración sin límites que le hacía mover la cola sólo por el hecho de que yo le mirara. Hemos cambiado los papeles, ahora soy yo quien de vez en cuando se acerca a su cojín. Le miro esos ojos como canicas que miran sin ver y le digo, "cuánto te admiro". Y él ronronea, entiende mi admiración. Es un viejo con la autoestima por las nubes”...

En esta tarde de Otoño recién llegado, en que las hojas de algunos árboles están cambiando su color verde y se vuelve amarillento, veo a CAP ronroneando y meneando la cola cuando nuestra familia humana lo abraza y acaricia, cosa que hacen muy a menudo, como queriendo que sea feliz todo el tiempo que pueda quedarle de vida en casa.