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No quiero vivir más, estoy viejo y soy un problema
para todos –me sorprendió CAP unos
días después del accidente.
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¿Por qué dices eso? Para tu edad, estás bien.
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No, Nina, estoy sordo y ya viste lo que pasó.
CAP
se refiere al lamentable accidente que ocurrió en casa hace poco más de dos
meses. La puerta basculante del garaje se cerraba y él se encontraba justo
debajo. Para toda la manada el ruido de la puerta al cerrarse es ya conocido y
nos alejamos, pero CAP no la oyó y la puerta lo atrapó. Sus gritos de dolor
alertaron a nuestra familia. JZ quiso ir tan deprisa a socorrer a CAP que no
calculó las distancias y se cayó por dos veces, lastimándose la rodilla.
Ensangrentado y angustiado, llegó hasta CAP y pudo detener el portal. Por
suerte, CAP estaba bien. Sus costillas aguantaron la presión del portal y la rápida
intervención de JZ evitó males mayores para Cap, aunque a JZ le supuso tener
que ir a Urgencias y estar más de un mes de baja. Demasiados días sin poder
andar... y yo sin poder ir de excursión.
Este
episodio afectó mucho a CAP y le hizo sentirse culpable. Por suerte él es muy
positivo y ha hecho un gran esfuerzo para resituarse:
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Debo ser agradecido por estar vivo. Quiero alejar de
mi inconsciente ese sentimiento medio depresivo que hace que el paso de los
años sea visto como la pérdida de todo.
CAP
ha cumplido 13 años y sus sentidos se van debilitando en cierto grado, unos más
que otros. Él mantiene un gran olfato y una buena vista, pero tiene otros
problemas, comunes a su edad, como la sordera, debido a la calcificación de los
huesecillos del oído interno.
Antes del accidente, las más
jóvenes de la manada ya habíamos observado otros síntomas: Duerme tranquilo,
las siestas duran más tiempo y sonidos que antes lo despertaban parecen ya no
molestarle. No se acerca cuando lo llaman y no obedece órdenes orales, a no ser
que vayan acompañadas con señas...
Éstas
y otras alteraciones de su conducta, siempre intachable hasta ahora, tienen una
explicación más física que emocional: se trata de la sordera, sin duda. Los
perros sordos, o con importantes mermas auditivas, dejan de reaccionar ante
sonidos que antes llamaban su interés, o tienen dificultad para identificar el
origen de un ruido.
Hoy,
su hija KIT, que cuida de él a todas horas, nos ha reunido a toda la manada,
para coordinar nuestra ayuda a CAP y hacer que sus últimos días, o años, sean
lo más agradables posibles:
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Hay que hacer jugar y moverse a mi padre. Que no se
apoltrone en una vida sedentaria. Una buena dieta y ejercicio regular es lo
mejor. No vamos a permitir que se hunda en la senilidad. La rutina diaria de
ejercicio, juego y contacto deben continuar. Como su sordera es inevitable, es
necesario que le conversemos de frente, evitando la distancia y utilizando gestos.
Él me ha prometido que se apoyará más en su olfato y que se esforzará en observar
atentamente las expresiones faciales y el lenguaje corporal. Como nos dice
nuestra familia humana, hay que tener paciencia y cargarse de comprensión.
De
acuerdo, Kit. CAP es una pieza muy importante en la manada. Es un pozo de
experiencia y sabiduría y todas las jóvenes queremos seguir bebiendo de él.
Vamos a cuidarlo.
Pensando
en CAP, y en todos los humanos que tienen collies viejos, copio un extracto
conmovedor de “Old Dogs”, de Gene Wengarten y Michael S. Williamson, un ensayo
sobre la experiencia de convivir con perros viejos. Uno de los autores recuerda
el día en que sintió que su perro comenzó a envejecer:
“Sí, yo presentía que se estaba
haciendo viejo. Al principio fue un cambio sutil. Pero ese espíritu chulesco se fue
aplacando; a esta nueva paz contribuyeron la ceguera y la sordera. Pero en vez
de reaccionar con frustración y tristeza, como haría un ser humano, mi perro
viejo fue optando por la tranquilidad de espíritu. Ahora, no me cabe duda, es
un sabio. En verano encuentra el rincón más fresco, en invierno el rayo de sol
más sabroso; ya no quiere alejarse más de cien metros de casa, cuando llega a
la esquina, se da media vuelta y da por finalizado el paseo; prefiere dar
paseíllos por el patio, como si fuera un jardinero experto, disfrutando del
olor de cada hoja. Un amigo me dijo un día, "me encantan los perros, pero
no los tengo porque su ciclo de vida es demasiado corto". Es cierto. Pero
hay algo tan digno en su vejez, esa capacidad para convertir las limitaciones
físicas en placidez contemplativa, que su actitud se convierte en una lección
diaria. Cierto es que a veces echo de menos esa adoración sin límites que le
hacía mover la cola sólo por el hecho de que yo le mirara. Hemos cambiado los
papeles, ahora soy yo quien de vez en cuando se acerca a su cojín. Le miro esos
ojos como canicas que miran sin ver y le digo, "cuánto te admiro". Y
él ronronea, entiende mi admiración. Es un viejo con la autoestima por las
nubes”...
En
esta tarde de Otoño recién llegado, en que las hojas de algunos
árboles están cambiando su color verde y se vuelve amarillento, veo a CAP
ronroneando y meneando la cola cuando nuestra familia humana lo abraza y acaricia,
cosa que hacen muy a menudo, como queriendo que sea feliz todo el tiempo que
pueda quedarle de vida en casa.