miércoles, 26 de diciembre de 2012

AVENTURA HOSPITALARIA


Hace dos semanas apareció en los periódicos una noticia curiosa y esperanzadora para las personas que creen en los perros como terapia.

Giuseppe Buffone, un juez italiano de Varese (Italia), ha establecido un precedente importante para los animales y para quienes los aman. Emitió una sentencia en la que reconoce jurídicamente la relación afectiva entre las mascotas y los hombres. Por esto, autorizó que un perro visite a su dueña en un hospital.

Una señora, con graves patologías, tuvo que ser hospitalizada en una clínica y solicitó la compañía de su perro en la habitación, a lo que la Dirección de la clínica se negó rotundamente ya que no está permitida la entrada a animales.

La paciente recurrió a la Justicia y su solicitud llegó a manos del magistrado Buffone, que emitió una extensa sentencia, que se puede resumir en una sola frase: “El sentimiento por los animales constituye un valor y un interés garantizados por la Constitución”    
 

 
Precisamente hoy, una collie a quien conozco muy bien, me ha enviado la siguiente historia, la AVENTURA HOSPITALARIA de una familia que no tenían tiempo de recurrir a la Justicia y se saltaron las normas para que la  joven paciente pasara las Navidades en familia.

No hay duda de que los collies podemos influir en la salud de sus dueños sólo con estar ahí. Y podemos provocar respuestas positivas en personas desanimadas cuando los mejores esfuerzos de la familia y el personal médico no son suficientemente eficaces.

A continuación, la narración de mi amiga NORA. (Para preservar el anonimato de esta familia y sus dos collies, he cambiado los nombres de las protagonistas y no cito la ciudad ni el nombre del Hospital).
 

Hoy es domingo y ha salido un sol radiante como el de ayer. Usualmente los rayos de sol nos alegran, pero esta semana tenemos un motivo para darle la contra al día radiante. Extrañamos mucho a alguien de casa: María, que no está con nosotras.

El sábado pasado no quiso jugar conmigo por la tarde, prefirió quedarse echada en su cama. No la vi muy bien y subí a dormir un rato con ella. Cuando bajé y la invité a seguirme, ella se quedó allí con mucho dolor de estómago. Desde aquel momento sólo fue empeorando. El lunes se levantó muy temprano y se arregló para salir. Pensé que había decidido acompañar a la mamá a su trabajo pero cuando la vi noté que no iba muy arreglada, tenía cara de pena y estaba ida. No se despidió de ninguna de nosotras, como siempre lo hace cuando se dirige a la puerta. Así que yo fui por detrás y me abracé a su pierna mientras NADIA, a mi lado, le ladró reclamándola.

- Disculpadme rubitas, me estaba olvidando de despedirme -nos dijo, acariciándonos las cabezas.

Pero yo seguía abrazada a su pierna, algo me decía que debía despedirme bien de “mi niña”. Sexto sentido de collie.

- Nora, me tengo que ir, me va a ver un médico ahora y luego estaré mejor, para jugar con los peluches ¿vale?  -y nos sonrió cerrando la puerta tras de ella.

-  Nadia, MARÍA no está bien...

- Pero la van a curar, ¿recuerdas que hace unos meses también estuvo así y se curó?

- Sí, pero no estaba tan mal...

Llegó la hora de la comida y no volvía, ya era la hora en que la mamá regresa de su trabajo y tampoco llegaba. Nadia y yo vigilábamos desde la ventana. La espera se prolongó muchas horas más, hasta que hubo una llamada y la casa se llenó de un clima de tensión, ¿qué había pasado? ¿por qué no nos decían nada?  Las dos nos pusimos en alerta para escuchar algo. Pero no fue hasta la medianoche cuando pudimos enterarnos. La mamá llegó a esa hora y nos tenía preparada una mala noticia: María no vendría a casa hasta dentro de unos días.

- ¿Se ha ido de viaje sin mi? En ningún momento la vi arreglando su maleta, ¿a dónde se fue? -exclamé molesta.

Al ver nuestras caritas de pena, la mamá se encargó de explicarnos que no se había ido de vacaciones, sino que los médicos del hospital necesitaban verla continuamente para saber qué tiene y así poder curarla más pronto.

En un inicio la mamá nos dijo que serían un par de días, pero no fue así. Los días seguían pasando y no regresaba. No obstante, cada noche ella nos contaba sobre cómo estaba María, que no podía comer pero la hacían comer de un modo "diferente", que tenía una habitación para ella sola pues la cama de al lado no estaba ocupada, que le habían llegado muchas flores, un globo en forma de corazón y un peluche de perrito…”Cuando regrese ¿a quién se lo dará? Ojala que a mi”, pensé.

La mamá nos contó también que María estaba preocupada por nosotras, que nos extrañaba mucho, pero que sabía que entendíamos por qué no estaba en casa. Yo creo que lo decía más por Nadia, que no había querido comer en modo de protesta, y quien pasaba las noches sollozando.


 
Llegó el fin de semana y no había anuncio de retorno. Notábamos que cada día la mamá regresaba más cansada y con menos ganas de hablar. El sábado fue a visitarla su abuelita y al retornar tenía ojos de vidrio. A los humanos se les nota fácilmente cuando han llorado. Nadia le escuchó comentar que María estaba muy triste, que no podía levantarse de su cama y que no tenía ánimos de nada. Y María no es así, ¿qué está pasando con ella?.

- Nora, ¿y si María nunca regresa?

- No seas pesimista Nadia, eso no va a suceder, es sólo que tiene que estar muy sana y recuperada para volver aquí.

Yo trataba de ser positiva para Nadia, pero en el fondo yo también tenía ese miedo. Ya he vivido antes el no volver a ver, sentir, oler a alguien y es muy difícil, no quiero que me suceda de nuevo, ¡me he acostumbrando tanto a ella! La extrañaba mucho. Ahora no había quién me dijera "Nora, Noraaaaa”, cuando ladraba a los pájaros, así que ni de ladrar tenía ganas. No estaba la María que me lanzaba los peluches para jugar, que dormía conmigo la siesta, que me abrazaba fuerte diciendo que estoy gordita, que soy hermosa, que soy su amor…

Ayer por la noche la mamá llamó por teléfono a su mejor amiga, que trabaja en el Hospital. No pude seguir toda la conversación, pero estaba muy angustiada: “María no acaba de mejorar y no quieren darle el alta… El martes es Navidad y quiero que esté en casa… Ella está muy triste y desanimada… Echa de menos a sus collies… Tengo un plan y me has de ayudar… Sí, ningún enfermo puede salir del Hospital sin autorización… Sí, ya sé que es una locura y que te puede caer una sanción, pero es por el bien de María… Tantos días en esa habitación la está agobiando y si no la ayudamos, se pondrá peor… Ya sabes como es ella, necesita sol y aire… Y, sobre todo, necesita a Nadia y a Nora…” 

Hoy es domingo, como decía, y la mamá se ha despertado con mucha energía que nos contagió a todas. De pronto, después del desayuno, una gran noticia:

- Chicas, ¡hoy nos iremos de paseo!

¿Cómo es que la mamá quiere salir a pasear cuando María está solita en otro lugar? Teníamos muchas dudas.

Nos pusieron la correa y fuimos hacia la puerta. En el coche, al volante, estaba el padre de María. Subimos rápidamente, nos acomodamos al lado de la mamá en los asientos traseros, y nos marchamos. El camino era el mismo que tomamos cuando nos vamos al campo a correr, pero no han traído ningún juguete. No importa, jugaremos a correr juntos y a saltar.

- Nora, ni te imaginas a donde vamos… -me dijo con una sonrisa enorme la mamá. La miré con cara de sorprendida.

A mitad de camino el coche se detuvo frente a una puerta de reja de un lugar muy, muy grande.

- Tumbadas en el suelo y sin moverse. No os puede ver nadie –nos ordenó la mamá.

 A medida que íbamos entrando pude ver el edificio... ¡esto es el Hospital! Debo reconocer que el hospital no me gusta. Tiene vibraciones de todo tipo, buenas y malas, pero todas son muy fuertes y abrumadoras.

La mamá bajó del coche al pasar frente a una de las puertas del edificio, y nosotras seguimos avanzando por una calzada interna hasta llegar a un aparcamiento muy grande y alejado. Esta zona parece olvidada, las plantas no están bien cuidadas y nadie aparca por aquí, está desolado. Lo mejor son unos árboles de eucalipto, ¡cuánto me gusta ese olor!

El papá estacionó el coche.

- Aquí esperamos, pero no podéis bajar porque no os pueden ver –nos dijo

Pasaban los minutos y estábamos ansiosas, dábamos vueltas en el asiento de atrás, mirábamos hacia un lado y hacia otro... ¿por dónde vendría la mamá? ¿por qué se retrasaba tanto?


 
De pronto vi dos siluetas venir desde lejos por el estacionamiento, ¡eran ellas, las mamitas! La mamá venía disfrazada y parecía una médica.  María venía sentada, y rodando, empujada por la mamá. Ya he visto eso antes, le llaman silla de ruedas, es muy literal el nombre. La gente que lo usa es porque no puede caminar, ¿tan mal está María? ¿Cómo vamos a jugar juntas?

Se iba acercando y pude ver cómo me sonreía, yo movía mi cola en vaivén, ¡Qué alegría verla! Estaba vestida de blanco y tenía una manta cubriéndole los brazos, su rostro estaba diferente, más delgado, y su cabello recogido.

- ¡Hola mis rubitas bellas! - cuánto había extrañado esa voz...

Rasqué la ventana con mi pata, ¡bajadme pronto! La mamá “aparcó” a María delante del coche y abrió la puerta para que bajáramos. Me acerqué a toda velocidad, me agaché como cuando la invito a jugar y cuando estaba a punto de subirme sobre ella, pensé en lo débil que se veía, así que solo me senté a su lado. Quería decirle tantas cosas, cuando recordé una de sus frases favoritas: “el amor es más puro en silencio"

La silla de ruedas era muy fría, pero apoyé mi cabeza en ella para que María me pudiera tocar mejor.

- Ja, ja, ja, no hay orejas, ¿dónde están las orejitas Nora? -siempre nos dice eso cuando las ponemos en total sumisión.

- Os hecho mucho de menos... ¿os estáis portando bien, verdad?

Yo cerraba mis ojitos, quería sentir mejor su olor y guardarme su voz para más días... ¿cuánto tiempo más no la tendremos en casa?

- Ya estoy un poco mejor, rubitas bellas, seguro que en unos días regreso a casa e iremos a correr juntas.

Mientras hablaba yo me pegaba más a ella y cerraba mis ojos, no pude evitarlo y algunos quejiditos se escucharon, muy bajitos, como asintiendo que eso haremos, que iremos al campo juntas, aunque ella tenga que ir en esa silla...

- Mamá... ¿Es increíble, no? No ladran, ni saltan, ni hacen sonidos, como para pasar desapercibidas ¿tú les has dicho algo?

- No, pero ellas se dan cuenta.

Sexto sentido, María. Empecé a lamerle la mano con la que me acariciaba, solo una que sacaba de debajo de la manta. ¿Dónde estaba su otro brazo? Intenté buscarlo y le hacía cosquillas.

- Ja, ja, ja, no, Nora, no me hagas así, no puedo sacar el otro brazo -pero yo seguía intentando.

- Yo las sujeto, tú enséñales qué tienes para que entiendan por qué no las puedes acariciar con la otra mano - le dijo la mamá

Me cogieron de la correa, y a medida que María se descubría, vi un laberinto de mangueras. No eran como las que usan en casa para regar el jardín, estas eran transparentes y muy finas, e iban conectadas a unos frascos. Tenía tres, se veían pesados, y muchas mangueras, las cuales seguí a ver donde terminaban y cuando acabó de destaparse su otro brazo, pude ver que... ¡estaban conectadas a María! No me gustó eso, pobre María, ¿la estaban llenando de agua o se la estaban quitando?

- Por aquí es por donde me alimento, eso va directo a mis venas y no lo puedo mover porque sino se bloquea el circuito y la enfermera me lo tiene que poner de nuevo, y duele un poquito.

Entendí a la perfección lo de "comer diferente" que me había contado la mamá, y no pensaba acercarme a eso, esperé que se tapara para irme hacia su lado nuevamente.

Me puse a inspeccionar la silla, tenía olores diversos, no eran agradables, además todo este lugar tenía el olor similar a las herramientas que usa el veterinario.

- No os preocupéis rubitas, cuando vaya a casa ya no usaré esto, es sólo que ahora me duele cuando camino.

- Cinco minutos más y nos vamos -dijo la mamá

Que sean los cinco minutos más largos, deseé. Mientras me acariciada, miré repetidas veces a los ojos de María, ella sabe leer nuestras miradas, su sonrisa me lo confirmaba.

- Adiós hermosas, portaros bien. Os quiero mucho -y se agachó a besarnos, pero le dolió al hacerlo y se detuvo. Nos pusimos a su altura y la lamimos. Con este gesto logramos hacerla sonreír de nuevo.

Subimos al coche y esperamos allí a que mamá la llevara de vuelta a su habitación. La mamá se había puesto una bata de médico que le había dejado su amiga cómplice, para pasar desapercibida.

El papá contestó una llamada y avanzamos, la mamá ya nos esperaba nuevamente en la puerta, sin la bata del delito. El camino de regreso a casa, lo hice recostada, sobre sus piernas.

- Sois maravillosas, sois la mejor terapia, la estáis haciendo muy feliz -nos decía, mientras me hacía en el lomo los masajes que tanto me gustan.

Llegamos a casa y Nadia exclamó:

- Que linda aventura la de hoy.

- ¡La mejor de todas! –le contesté.

 - No sólo una aventura, la mamá me ha dicho que esto ha sido una travesura a gran escala.

- ¿Travesura?, pero si nos hemos portado muy bien.

- No por eso, sino porque están prohibidos los perros en los Hospitales. Pero María nos necesitaba.

- Eso es injusto, los collies sabemos estar a la altura y podemos ayudar a curar a nuestros dueños enfermos.

- No, Nora, ningún perro puede acceder al Hospital, ningún animal. Por eso fuimos a ese aparcamiento apartado, porque entramos en secreto -me respondió

- Es decir que... hemos sido agentes encubiertas.

- Así es, hoy hemos sido agentes de felicidad encubiertas.

Esa noche dormimos muy bien, con el corazón contento y muy satisfechas de nuestro comportamiento y de la arriesgada valentía de la mamá de María.

La AVENTURA HOSPITALARIA valió la pena y lo conseguimos. Se hizo el milagro y, a pesar de su incredulidad,  los médicos le dieron el alta a María y hemos podido pasar la Navidad juntas. Ha de hacer un régimen especial y debe cuidarse mucho para no recaer y nosotras estamos dispuestas a ayudarla. Ella, siempre muy detallista, ayer nos hizo regalos. Pero el mejor regalo para nosotras fue ella misma y volver a estar juntas.
 
 

1 comentario:

  1. Este año me ha tocado vivir en carne propia el internamiento en un hospital y el extrañar a mi familia completa, es decir, collies incluidos.

    Estoy segura que de haber podido tener contacto con ellos, mi paso por el hospital habría sido más llevadero. Ojalá en un futuro la terapia con perros traspase las barreras de la burocracia y los prejuicios; y ojalá también, existan más jueces como aquel italiano en el mundo.

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