viernes, 18 de octubre de 2013

CÁNCER DE MAMA: UN COBARDE, UNA VALIENTE Y SU COLLIE


Mañana  sábado, 19 de Octubre, es el Día Mundial del Cáncer de Mama. El cáncer de mama es el tumor más frecuente entre las mujeres occidentales, afectando en Europa a 370.000 personas anualmente y a 230.000 en América. Con esta jornada se pretende que todas las mujeres tomen conciencia de que un diagnóstico a tiempo es la mejor solución para las pacientes, porque según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada 30 segundos, en algún lugar del mundo, se diagnostica un cáncer de mama. En España cada año se detectan cerca de 16.000 nuevos casos.

 
Mi solidaridad, apoyo, esperanza, ilusión y optimismo a todas las mujeres afectadas. Ánimos. Sí se puede. Como Laura.

Conocí a Laura el pasado mes de agosto. Vino a visitarnos con su inseparable collie Viky, nacida en casa hace 4 años. Yo estaba con mis cachorros. Mientras Laura los acariciaba y hablaba con mi familia, yo charlaba con Viky. Bueno, de hecho, fue ella la que habló y me contó su ajetreada vida:

Tenía 2 meses y medio cuando Laura me llevó a su recién estrenada casa en una urbanización de Sant Cugat, cerca de Barcelona. Ella fue una estudiante brillante y cuando terminó en ESADE (Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas), varias empresas la querían en su equipo y le ofrecieron trabajo. Ella solo les puso una condición: “Tengo una collie y quiero vivir en una casa con jardín, fuera de la gran ciudad”

Crecí deprisa y durante ese primer año entre Laura y yo se estableció un profundo cariño, además de una recíproca sensación de confianza. Por eso quedé muy sorprendida cuando se enamoró de Pere con tanta rapidez.

Lo trajo a casa, y enseguida noté que él, como ella, olía a pasión. No tuvo tiempo de presentármelo. Actuaron de manera extraña, como si la ropa se interpusiera entre ambos, se apretujaron, mordiendo labios, enmarañando cabellos. Cayeron sobre la cama. Puños cerrados sobre las sábanas, espaldas arqueadas y gritos de placer.

Cuando ella se levantó y se fue al cuarto de baño, él me acarició la cabeza, que yo tenía muy cerca de la cama. Apenas pasaba del año y aún era inmadura y todos esos gritos me habían intimidado un poco. Me dijo: “No te importa que yo también la ame, ¿verdad? No me interpondré entre vosotras”

De inmediato supe que sí se interpondría entre nosotras. Traté de no mostrar mi contrariedad, porque me daba cuenta de cuán encaprichada con él estaba Laura. Y debo admitir que no me mostré muy alegre por su presencia. Y a Pere tampoco le agradaba mucho la mía.

A veces, mientras besaba y acariciaba a Laura, me buscaba con la miraba y me guiñaba un ojo, como si alardeara… ¡Imbécil machista!

Ella lo tenía idealizado y se lo permitía todo. Pero mi sexto sentido me decía que este chico no le convenía. Intenté decírselo de muchas maneras a Laura, pero no me hacía caso y siempre recurría a la típica frase que siempre nos dicen a las collies: “Estás celosa”.

Pere decía que trabajaba en un supermercado, pero nunca supe en qué consistía su trabajo. Alternaba los turnos de mañana, tarde y noche, pero los supermercados están cerrados por la noche…

Cuando Laura se iba al trabajo, se pasaba el día en el ordenador o hablando por teléfono. A veces recibía llamadas de su madre y él se ponía histérico y la trataba muy mal, con una falta total de respeto. ¿Qué valores le habían inculcado en su familia a este chico?

Sus amigos venían cuando ella no estaba y él se burlaba de Laura y la minimizaba. La criticaba y menospreciaba sus éxitos en la empresa.

Enseguida me di cuenta que era un egoísta y solo le importaban sus propias necesidades, no las de Laura. Se mostraba muy posesivo y siempre le preguntaba a Laura por sus compañeros de trabajo. Tenía celos injustificados e intentaba controlarla.
 


 
Nunca me gustó ese chico, Nina. Aunque lo que más me repugnaba de él eran las mentiras. Mentía vilmente. Un día le decía a Laura: “Me gustaría entrar en tu vida para compartir tu tiempo, tu espacio, tu intimidad, tus intereses, tus tristezas y tus alegrías…”

Yo grité: “¡Desgraciado mentiroso! Abre los ojos, Laura, ese tío se aprovecha de ti y solo le interesan dos beneficios que tú puedes otorgarle: económicos y sexuales”

Un día los acontecimientos se precipitaron. Laura y Pere estaban desnudos en la cama. Mientras hablaban de hacer un viaje, Pere jugaba con los pechos de Laura. De repente, le dijo: “Tienes un bulto en el pecho…” Ella dio un salto de la cama y se palpó. “Es un bulto bastante grande…” Se fue a mirar al espejo y se asustó. Temblorosa y con cara de pánico llamó por teléfono a su madre. Se vistió, cogió el coche y nos fuimos a Barcelona. Yo me di cuenta de la gravedad de la situación y me subí al coche. Al menos le haría compañía. Pere no dijo nada y se quedó en casa. Fuimos al piso de su madre y ese mismo día fueron al ginecólogo. Una biopsia. Resultado: cáncer de mama.

Laura llegó a casa llorando y abrazada a su madre. Yo le salté encima cariñosamente y ella me abrazó.

Enseguida llamó para contárselo a Pere, que, por lo visto, fue incapaz de reaccionar, de animarla. Se quedó mudo al otro lado del teléfono. Esa noche dormimos en casa de su madre. Laura decidió que lo más cómodo era trasladarse por un tiempo al piso de su madre, que estaba muy cerca del hospital donde seguiría el tratamiento. Al día siguiente, Laura y yo nos acercamos un momento a Sant Cugat para recoger lo imprescindible. Pere no estaba. Había recogido sus cosas y le había dejado una nota: “Lo siento, te dejo. No soporto verte sufrir. Gracias por todo.”

Laura no lloró. Creo que lo vio tan cobarde que sintió pena por él. De repente se dio cuenta que ese chico no era como ella esperaba: un chico que la amara por encima de todo, de su profesión, de su carácter, de su aspecto físico, de sus problemas, de sus limitaciones…de su cáncer. “Suerte que tú no has huido cuando las cosas se han puesto feas” – me dijo, acariciándome la cabeza.

Cáncer, maldita y temida palabra. A partir de ese momento nuestra vida, porque mi vida ahora es Laura, se convirtió en una carrera contrarreloj.

Intentó seguir yendo al trabajo, pero estaba muy nerviosa y no se concentraba. Cogió la baja. Después de un montón de pruebas, con nombres muy raros para una collie, como tac, resonancia, gammagrafía, placa, radiografía…, los médicos le explicaron cómo era su cáncer y el tratamiento a seguir: quimioterapia para reducir el tumor, y luego cirugía para sacar el tumor y alrededores, intentando conservar la mama, o bien, una mastectomía.

El oncólogo le dijo que la biopsia de los ganglios había determinado que no estaban afectados y le planificó la quimioterapia para cuatro meses, explicándole los diferentes efectos secundarios que le podría provocar: caída de pelo, náuseas, vómitos, cansancio, sofocones, cambios de humor…

A partir de la 2ª sesión de quimioterapia, le empezó a caer el pelo de forma progresiva. Aquella larga cabellera castaña quedó en el suelo del lavabo el día que decidió pasarse “la moto”... Fue un momento muy triste para ella, tal vez el final de muchas cosas...

 
El sol se acababa de esconder tras la montaña de Rocacorba. Seguía haciendo mucho calor. Viky, que no había parado de hablar, se fue a beber agua. Laura estaba sentada en la hierba hablando del mismo tema con mi familia humana. Tenía los ojos enrojecidos. Yo me acerqué y le lamí su mejilla suavemente. Llegó Viky y se apretujó junto a ella. Mis ocho cachorros se habían dormido, pero no en su rincón habitual. Estaban todos con Laura, unos encima y otros pegados a ella. Mientras los acariciaba, Laura seguía hablando:

-          Me costó bastante superar la pérdida de mi cabellera. Al principio me obsesioné y me compre una peluca. Muy bonita, pero cuando el calor interno de la medicación se juntaba con el calor del sol, era insoportable y me hacía sudar mucho. La dejé y empecé a utilizar gorras, sombreros, pañuelos y turbantes. Y antes de salir a la calle le decía a Viky: “Ponte guapa y camina con elegancia. Hemos de desviar hacia ti todas las miradas y que se olviden de mi…”

-          Los meses de quimioterapia no fueron fáciles. Para mí fue la etapa más difícil de llevar. Luego vino la operación. Me tuvieron que hacer una mastectomía y  me extirparon la mama. De vez en cuando aún me miro en el espejo de perfil y me palpo, pero no quiero caer en la autocompasión. Yo estoy viva, otras mujeres no han tenido tanta suerte. Con pecho o sin pecho, la vida continúa.

-          Yo no he firmado ninguna sentencia de muerte. Quiero vivir. Y tengo muy claro que para vivir voy a tener que pelear duro. El oncólogo me dijo: “El peor síntoma de esta enfermedad es el miedo. Nosotros te hemos quitado el tumor, ahora te toca a ti. Sólo tienes que cambiar de hábitos, cuidarte más, vivir con alegría, reírte mucho, disfrutar de tus amistades, de tu familia... Sal a la calle y vive…”

-          Y aquí estoy, luchando. La vida me ha golpeado para que aprenda una asignatura llamada alegría. Ésa es la mejor medicina. Una buena amiga me aconseja siempre  : “¡Deja que todo el mundo te vea! ¡Deja que vean lo valiente, fuerte y luchadora que eres! Transmite alegría y la recibirás a puñados y esa alegría te mantendrá viva”.

-          La otra medicina es ella –continúa, abrazándose con cariño a Viky que está a su lado. Viky es más que una amiga, es lo mejor de lo mejor. Lo que le he visto hacer es increíble. Durante los meses de tratamiento (5 días en cama después de cada ciclo de quimioterapia) tenían que arrancarla de mi lado para que saliera a la calle. En estos años, Viky me ha visto reír, llorar, hundirme... me ha visto alegre, triste, nerviosa, insegura, desanimada... A veces pienso que sin ella, el cáncer habría podido conmigo. ¡Ay Viky, algún día tendré que devolverte todo el amor que me estás dando!

-          En uno de mis peores  días de quimio estuve a punto de claudicar, cuando me encontré de repente con la cara de Viky, mirándome fijamente con sus bonitos ojos marrones. Me pareció que me susurraba: “Prométeme que vas a luchar. Prométeme que vas a vivir y a ser feliz. Prométeme que no permitirás que esta enfermedad acabe contigo. Tú puedes con ella”. Y yo grité: ¡Te lo prometo!.. Mi madre se asustó y aún hoy recuerda aquel grito.

-          ¿Sabéis? A veces sueño que algún día todas las mujeres enfermas de cáncer de mama irán calvas, sin peluca, con su pecho desinflado, con el cuello erguido y un porte elegante, sin haber perdido las ganas de seguir luchando y mostrar así su verdadera belleza al mundo. Sin dolor, sin pudor, sin miedo, tal y como son de verdad, incluso en su peor momento. Pero cuando me despierto, pienso: Demasiadas fantasías. El mundo aún no está preparado para este tipo de belleza real. Tendré que seguir viviendo pegada a esta prótesis de látex...

 

2 comentarios:

  1. Los que lo sufrimos en casa aunque no sea en nuestro propio cuerpo sabemos lo que se sufre y cuando pasas por lo mismo 4 veces en la misma persona sabes lo que es vivir con miedo. Sabes lo que es la incertidumbre sabes lo que es los nervios de espera después de cada nueva prueba y la felicidad que es oír por ahora sigue todo bien. Y esto cada 3 meses de X vida. Ellas son unas heroínas de la lucha diaria.

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