Cada
día hay más horas de sol, la temperatura es más alta y el colorido de las
flores empieza a verse por todas partes. Estamos en plena primavera. Esto
significa que nuestra familia humana nos va a dedicar más tiempo para disfrutar
del paseo y divertirnos juntos.
Sin
embargo, la primavera también nos puede suponer alguna alergia con tantos
pólenes flotando en el ambiente, o bien sufrir el ataque de parásitos externos,
con el despertar de pulgas, garrapatas y otros ácaros, cuya presencia aumenta
en los meses cálidos.
Los
parásitos son organismos vivos que
pueden desarrollar su actividad vital en nuestra superficie o en nuestro
interior. Los que viven en el interior se denominan parásitos internos o endoparásitos,
y los que viven en la superficie son parásitos
externos o ectoparásitos.
El
control de los parásitos internos se efectúa extremando los hábitos de higiene
durante todo el año y tomando los fármacos adecuados para prevenir.
Los
parásitos externos, en cambio, tienen ciclos de vida complejos y adaptados a
las condiciones climatológicas habituales en su ambiente. Los principales son
las garrapatas y las pulgas. Pueden causar irritación, reacciones tóxicas y
transmitir graves enfermedades. Por suerte, yo no he visto nunca una garrapata ni
una pulga. Voy protegida con un collar Scalibor y con una pipeta de Frontline
Combo.
Pero,
para parásitos, el hombre y su reino
humano. Y no me refiero a las desafortunadas y ofensivas declaraciones de la
Presidenta del Círculo de Empresarios, que no se le ha ocurrido otra cosa que
llamar a los parados “parásitos”. Me
refiero a unos parásitos muy
peligrosos.
En
mi corta vida entre los humanos, estoy descubriendo que el peor parásito es el
hombre, aquellas personas que se buscan un sillón a base de medrar y agradar, y
se quedan sentadas siempre a costa de lo que sea y de quien sea. Estos
parásitos abundan, sobre todo, en los ámbitos de la política, la banca y las
grandes empresas. Y no existen en el mercado collares ni pipetas para
protegerse de ellos.
Estos
parásitos aparecen en cualquier
época del año. Llegan con falsas sonrisas y palabras vacías en el fondo pero
atractivas en la forma, y se ganan la confianza y el sillón del poder, se
supone que para un tiempo determinado, hasta que te das cuenta que el tiempo no
pasa por ellos y la posición la tienen tomada y bien sujeta para que nadie se
la arrebate. Y ya, para siempre, vivirán de los demás. Nadie osará llevarles la
contraria, porque siempre tendrán una mirada con dobles intenciones de amenaza
de contar aquello que quizá pueda comprometer a alguien. Siempre habrá algo que
no conviene que se sepa o algún favor pendiente de pago.
Estas
personas parásitas pierden la honradez, la credibilidad y el respeto. Lo único
que les importa es conservar la posición y el poder, igual a dinero. Porque
sólo es eso: dinero. Dinero fácil. Pagas, sobres, comisiones, dietas.... por
hacer poquito, o nada.
Como
bien le respondió un líder político a la Señora antes citada, "los parásitos de este país no están precisamente entre los trabajadores
y los parados, sino entre aquellos que están evadiendo impuestos con el
consentimiento cómplice de poderes políticos e institucionales”.
Si
no existen collares ni pipetas anti-humanos-parásitos, ¿cómo puede protegerse
la buena gente, que son mayoría? ¿Algún humano de buena voluntad sabe, se
atreve y es capaz de poner las medidas adecuadas y encaminadas a la
erradicación, de una vez por todas, de los diferentes parásitos en sus diversas variedades y mutaciones? Me temo que los
humanos parásitos son resistentes hasta
a los tratamientos más agresivos y radicales, por revolucionarios e innovadores
que sean. Mucho me temo, que no hay un tratamiento eficaz, porque las personas
parásitas no paran de mutar, tanto en el "color" como en la rapidez para
"crecer" y "reproducirse".
A
los collies, nada humano nos es ajeno y queremos seguir soñando que todavía es
posible que la sociedad logre superar esta grave crisis de valores, porque "En el corazón de todos los inviernos
vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora
sonriente" (Khalil
Gibran)