Hoy,
mi estado en período de celo, me ha recordado un tema que comentamos varias
veces con Cap y que posiblemente va a resultar tabú para algunos humanos, muy
polémico para muchos y desconocido para la mayoría: la vida sexual de los
collies y el sexo en la vejez.
La
especie humana, hombres y mujeres, puede tener sexo todo el año y no en ciclos
como las collies. En nuestra raza hay una gran diferencia entre los machos y las
hembras. Nosotras solamente tenemos sexualidad una o dos veces al año, en la
época de celo. Los machos, en cambio, son activos sexualmente durante todo el
año. Ellos no tienen celo y siempre están a punto, siempre y cuando
reciban el poderoso olor de la feromona de una hembra en celo.
El
sexo en la especie humana tiene varias connotaciones que trascienden el mero
hecho de la reproducción. La motivación sexual puede estar vinculada también al
deseo, al placer, al amor y, en la mayoría de los casos, hay una gratificación,
que además influye en el vínculo entre las personas.
Aunque
las hormonas -eso que los humanos llamáis testosterona-, juegan un papel
relevante en todas las especies, en algunas, como en el caso de los perros, son
el único disparador de la búsqueda reproductiva.
En
los collies -ya sean machos o hembras- el apetito sexual es un mecanismo
biológico activado por las hormonas, que a su vez disparan el instinto de
aparearse, sin ningún otro factor anexo más que la preservación de la especie. Dicen
-aunque Cap y yo no estamos de acuerdo- que la principal función del sexo es la
reproducción, que nuestra reacción ante un estímulo sexual es meramente
instintiva y no corresponde a una búsqueda del placer.
Sobre
si los collies sentimos o no placer en el acto reproductivo, algunos
investigadores señalan que experimentamos sensaciones similares al orgasmo
humano. Aunque su hipótesis se basa solo en la observación del lenguaje
corporal y expresiones de varios ejemplares en determinado momento de la monta,
Cap y yo podemos afirmar de que es cierto y estamos con el etólogo Jonathan
Balcombe, cuando escribe en “Applied
Animal Behaviour Science”:
“Los científicos no solo deben ver el comportamiento sexual
de los perros a través de los prismáticos de la evolución. Es
precisamente porque la reproducción es tan importante para la supervivencia de
una especie que la evolución la hizo también placentera para los animales.
Tanto humanos como no humanos están motivados para buscarla, incluso cuando la
concepción es indeseable o imposible. La necesidad de buscar ese tipo de placer
es una combinación de instinto, por un lado, y un poderoso deseo de lograr una
recompensa, por el otro. El placer sexual no está restringido solo a nosotros
los seres humanos”.
¿Y
en la vejez? Se supone que la sexualidad y la vejez son mutuamente exclusivas.
Pero, según Cap, que llevó una vida sexual muy activa en su juventud, hay otra
sexualidad. “Pienso más en el afecto que
en el sexo en sí” –me comentaba a sus 15 años. Y así nos lo demostró a
todas las hembras de la manada. Cuando el tamaño y la firmeza de sus testículos
disminuyó y la testosterona ya no era la misma, su nariz seguía siendo un
prodigio a la hora de detectar el celo de las hembras. Su comportamiento sexual
en la vejez siempre fue responsable, respetuoso, buscando el placer de una
manera diferente: lamiéndonos, acariciándonos, o simplemente estando tumbado a
nuestro lado. Y eso, a pesar de nuestras provocaciones, de nuestros golpes de cadera
con la cola ladeada, de nuestros juegos sexuales de hembras en celo.
De
machos sé mucho, pero del sexo de las hembras en la vejez, poco puedo contar.
Las mayores de 6 años de la manada están operadas y, con la desaparición del ciclo
menstrual, a diferencia de las hembras humanas, mi madre y mi abuela me
explican que se acaba la vida sexual.
Cuando
yo llegue a vieja ya os contaré si me ocurre lo mismo que a Cap, que me decía. “Mi grado de satisfacción sexual ahora, en
la vejez, depende más de factores como los sentimientos de proximidad, empatía
y ternura”.
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