Hoy cedo el espacio de este post a un humano muy humano, que el pasado mes de marzo perdió a su amigo, un collie al que llamaba PELONCHO y a quien quiere rendir un pequeño homenaje salido del alma…
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El mejor amigo que siempre quise tener y la sombra inseparable de mi ser |
IN MEMORIAM APOLLO BLUE “PELONCHO”
Su luz se ha extinguido hace poco, pero como aquellas estrellas que vemos en el cielo límpido del invierno, aún sigue brillando en mi corazón. Sé que lo hará mientras el músculo siga latiendo, pues hay sentimientos que por indelebles la fuerza del tiempo no mella ni borra jamás. Creo con sinceridad que los luceros más brillantes que hay en el cielo brillan con tanta fuerza que apagan a las otras estrellas; puede que su fulgor sea fugaz y que cuando uno comienza a quererlas, y las ama, entonces se pierden en la negrura de la noche y se van.
Era invierno de aquel año, un mes después del eclipse parcial de luna que vimos tan intensamente en el cielo que se prepara ya para el invierno; dos días después de la luna llena y anteúltima de un año muy especial: 2005. El de su nacimiento. Nunca conocí al mago que predijo cual iba a ser su estrella, pero si está por ahí, puedo decirle sin pena que se equivocó. Él, cuyo nombre siempre me recordará a las lejanas playas de Troya que miran al monte Ida, fue aún más grande que todos los augurios juntos. Yo por entonces ni siquiera sabía que su estela fulminaría la mía; ni que un día cualquiera del mes en el cual las hojas tiñen de ocre y de fuego el bosque de su tierra, conquistaría mi corazón, pero así fue.
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Los primeros juegos de su infancia |
Yo, que me perdí los primeros juegos de su infancia, que no observé cómo su manto fue tomando la forma de un bello acorazado en el mar estival, con sus grises, sus dorados y sus blancos. Yo, que no pude arrojarle la pelota o el palo para jugar en la tierna adolescencia, cuando el deseo inunda la primavera de su ser. Yo que llegué tarde a su vida, puedo decir que lo amé, como aman las olas la cornisa de las rocas. Lo amé como los lobos aman a la luna que llena el cielo del atardecer.
Y digo que, con todo lo que le quise, no le amé ni tan siquiera un ápice de lo que él me quiso a mí, pues amigos, quién ha conocido el íntegro amor de un Collie sabe que el amor que profesa el hombre es tan solo una gota de agua en la inmensidad de la mar.
Él fue quien me enseñó a mí la vida y no al revés; él fue mi modelo y mi guía; el norte de mi mapa, el adalid de mis justas. Me enseñó a olvidar las afrentas y a valorar los afectos por encima de todas las cosas. Me hizo darme cuenta que el paseo ordinario de una tarde cualquiera, encierra en esencia la vida. Que las calles imprecisas de los días de lluvia son un mapa de olores desconocido para el hombre. Me enseño la diferencia, para que observara mejor lo que vale la pena en la vida .
Protector de los lares de mi casa, heraldo alegre de sus visitantes, embajador entusiasta de mi persona, en todos los paseos del mundo. Él era así: un gigante de melena azulada, un corazón tan grande que su pecho no abarcaba, un ser tan noble como el sentido de la antigua usanza. El mejor amigo que siempre quise tener y la sombra inseparable de mi ser.
Pasados dos días de los Idus de Marzo de este año maldito, aún cuando todos los augures de nuestro futuro eran favorables, se fue de mi vida con una sonrisa. No hay suficientes palabras en el mundo de los hombres para describir de la belleza de su alma, pero, por si acaso, escribo éstas en su nombre: Apollo “Peloncho” Blue de Cal Farré, porque te quiero, te quise y siempre te querré.
Por el lobo que camina.