"Cuando el pozo se ha secado,
entendemos el valor del agua"
(Benjamin Franklin)
El
pozo de nuestra finca lleva
unos días sin manar agua. Las altas temperaturas y la larga sequía que
atravesamos han provocado que el manantial se haya secado. Los ríos
subterráneos no reciben agua de la lluvia y finalmente el pozo se encuentra en
esta triste situación. Ni los más viejos de la manada recuerdan algo igual.
Esta
semana pasada hemos reemprendido nuestras excursiones y me he dado cuenta que
todo está muy seco. Arroyos y riachuelos donde habíamos bebido y nos habíamos
refrescado, están sin agua. Fue una excursión muy triste. Nuestro propio río,
el Revardit, tiene muchos tramos sin agua y otros con el agua estancada.
Mi hermano Ghost y yo, de cachorros, bañándonos en el río |
Esta semana el río no tenía agua |
Desde
cachorra he visto tanta agua, que me parece imposible que un día pueda
acabarse. Pero yo soy una collie ignorante y los humanos más listos no piensan
así.
¿Qué
es lo peor que podría pasarle al mundo de aquí al año 2050? ¿Un enfrentamiento
nuclear entre Israel e Irán? ¿Una confrontación entre China y Estados Unidos?
¿Atentados indiscriminados del fanatismo musulmán?
El
peligro que aguarda al mundo procede de un recurso amable y tranquilizador, el
agua, que todos damos por descontado (como yo), hasta que escasea o deja de
existir. La escasez de agua dulce es, con mucho, la mayor amenaza para la
seguridad de los humanos.
La
pérdida de agua potable garantizada es, con mucho, la mayor amenaza para la seguridad
de los seres humanos a largo plazo. En comparación, los peligros políticos
mencionados parecen pequeños.
El
agua. Terriblemente abundante en esta bendita Tierra nuestra, y eso es lo que
la distingue del helado Marte y el ardiente Venus; aquí puede haber vida. Sin
embargo, el agua debe ser potable, y ahí está el principal problema, porque la
mayoría del agua del planeta es agua salada, inutilizable para beber y (en la
mayor parte de los casos) para regar cosechas y plantas. En realidad, sólo el 2,5%
del agua de la Tierra es agua dulce, pero casi toda está atrapada en enormes
acuíferos subterráneos o en los casquetes de hielo de los Polos. Parece
increíble para cualquiera que no sea científico del clima, pero el agua de
nuestros lagos y ríos no representa más que el 0,01% de las reservas de agua
del planeta.
El
agua dulce y corriente —es decir agua que fluye en un río en el que se acumulan
las últimas lluvias, la nieve derretida y el deshielo primaveral de gigantescos
glaciares de montaña— es vital para nuestra existencia, para el medio ambiente,
las culturas, incluso las naciones-estado. ¿Cómo sería Egipto sin el Nilo? ¿O
Londres sin el Támesis? ¿Y no son algunas de nuestras principales
civilizaciones, en esencia, “civilizaciones fluviales”? ¿Se pueden imaginar
Viena sin el Danubio? ¿Pero qué Gobiernos piensan alguna vez en sus ríos, en
lugar de sus sistemas de seguridad social o sus gastos de defensa?
¿Cuáles
son las amenazas contra este bendito regalo del agua a nuestra Tierra? Son
tres, que suelen estar relacionadas entre sí, pero son fáciles de identificar
por separado.
La
primera es la política internacional, es decir, las disputas entre los Estados
y los pueblos por el control de las corrientes de agua dulce. Las naciones de
las partes altas de los ríos desvían el agua para proyectos de regadío con el
fin de impulsar la agricultura. Pero los países que están río abajo, sufren por
la reducción del volumen de agua que les llega y se indignan; de ahí puede
surgir un conflicto. También pueden aparecer antagonismos cuando una sociedad
de río arriba descarga elementos desagradables o peligrosos en el río y
contamina las aguas que llegan más abajo.
La
segunda amenaza es totalmente distinta: se debe al tremendo aumento de la
demanda mundial de agua dulce. En 1825, había alrededor de 1.000 millones de
seres humanos en nuestro planeta, que en su mayoría sacaban y utilizaban el
agua con métodos preindustriales. Hoy, con casi un total de 7.000 millones de
personas en el mundo, con necesidades diarias cada vez mayores y con industrias
(cemento, acero, chips de silicio, hoteles) que consumen inmensas cantidades de
agua dulce. El crecimiento de la economía mundial desde 1800 y el afortunado
incremento del nivel de vida de tanta gente han ido acompañados de un aumento
incontrolado y desproporcionado del consumo de agua. Hoy cada persona gasta
muchísimos litros más que sus abuelos. Aunque no existiera ninguna amenaza de
las que se sugerían más arriba contra la seguridad de las reservas de agua, la
demanda total está ejerciendo más presión sobre las reservas normales.
Pero
—y esta es la tercera amenaza— ¿y si además resulta que las reservas originales
están agotándose? ¿Y si no podemos seguir contando con un caudal previsible en
esos ríos que tanto significan para la vida cultural y social pero, sobre todo,
para la vida física? Según muchos informes científicos, los mayores problemas
actuales se producen en Asia, donde la población aumenta de forma increíble y
la estación de las cosechas es cada vez más breve, porque las temperaturas son
más elevadas y las precipitaciones, más escasas. Numerosas comunidades a los
pies del Himalaya dicen que hay mucho menos deshielo. Ya no hay suaves
pendientes nevadas que se derritan en abril; la temporada de los deshielos se
acaba en febrero. Y no hay que olvidar que los glaciares de todo el mundo están
derritiéndose de forma constante e insidiosa, en particular los gigantescos
glaciares de Tíbet que alimentan tantos grandes ríos de India, China, Myanmar y
Vietnam. Se trata del futuro de 3.000 millones de personas. Y de unas
sociedades que reaccionarán con furia a la pérdida del agua, y unos Gobiernos
que quizá no respondan con prudencia sino de forma insensata, luchando por las
reservas de agua en vez de negociar para encontrar una manera científica de
compartir un recurso cada vez más escaso.
Regresemos,
pues, a mi propuesta inicial. Los problemas que obsesionan a los analistas
estratégicos contemporáneos, a los expertos de sillón en asuntos
internacionales, por muy importantes que se crea que son, palidecen al lado de
la crisis mundial del agua. Desde el río Colorado hasta el Brahmaputra, el
caudal de los ríos disminuye. Decidme si hay algo que sea más importante que
eso.
El agua es vida |
Los
estudiosos dicen que hay sustitutos para el petróleo, pero no hay sustitutos
para el agua dulce. “Si te quedas sin
agua, te quedas sin vida”, reza un dicho Uzbeco. Y Kofi Annan, secretario
general de las Naciones Unidas, dijo:
“Para la supervivencia, el bienestar y el desarrollo socioeconómico de toda la
humanidad es un requisito fundamental tener garantizado el acceso a un
suministro suficiente de agua potable. Sin embargo, continuamos actuando como
si el agua dulce fuera un recurso abundante e inagotable, cuando no lo es.”
Una de las grandes contradicciones de la naturaleza humana es que únicamente valoráis las cosas una vez que se vuelven escasas. Apreciáis el valor del agua cuando el pozo se ha secado. Y los pozos no sólo están secándose en las regiones tradicionales con tendencia a las sequías, sino también en zonas no asociadas tradicionalmente con escaseces de agua.
Sería
bueno que todas las personas, los niños, las niñas, las mujeres y los hombres
se comprometan en cuidar y no desperdiciar el agua. Y así, quizá, dentro de
unos años, en vez de faltar, el agua podría alcanzar para todos…
Fuente: El País : Paul Kennedy, Universidad
de Yale.
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