domingo, 7 de octubre de 2012

EL AGUA SE AGOTA


"Cuando el pozo se ha secado, entendemos el valor del agua"

(Benjamin Franklin)

 
El pozo de nuestra finca lleva unos días sin manar agua. Las altas temperaturas y la larga sequía que atravesamos han provocado que el manantial se haya secado. Los ríos subterráneos no reciben agua de la lluvia y finalmente el pozo se encuentra en esta triste situación. Ni los más viejos de la manada recuerdan algo igual.

Esta semana pasada hemos reemprendido nuestras excursiones y me he dado cuenta que todo está muy seco. Arroyos y riachuelos donde habíamos bebido y nos habíamos refrescado, están sin agua. Fue una excursión muy triste. Nuestro propio río, el Revardit, tiene muchos tramos sin agua y otros con el agua estancada.

Mi hermano Ghost y yo, de cachorros, bañándonos en el río
Esta semana el río no tenía agua

Desde cachorra he visto tanta agua, que me parece imposible que un día pueda acabarse. Pero yo soy una collie ignorante y los humanos más listos no piensan así.

¿Qué es lo peor que podría pasarle al mundo de aquí al año 2050? ¿Un enfrentamiento nuclear entre Israel e Irán? ¿Una confrontación entre China y Estados Unidos? ¿Atentados indiscriminados del fanatismo musulmán?

El peligro que aguarda al mundo procede de un recurso amable y tranquilizador, el agua, que todos damos por descontado (como yo), hasta que escasea o deja de existir. La escasez de agua dulce es, con mucho, la mayor amenaza para la seguridad de los humanos.

La pérdida de agua potable garantizada es, con mucho, la mayor amenaza para la seguridad de los seres humanos a largo plazo. En comparación, los peligros políticos mencionados parecen pequeños.
 

El agua. Terriblemente abundante en esta bendita Tierra nuestra, y eso es lo que la distingue del helado Marte y el ardiente Venus; aquí puede haber vida. Sin embargo, el agua debe ser potable, y ahí está el principal problema, porque la mayoría del agua del planeta es agua salada, inutilizable para beber y (en la mayor parte de los casos) para regar cosechas y plantas. En realidad, sólo el 2,5% del agua de la Tierra es agua dulce, pero casi toda está atrapada en enormes acuíferos subterráneos o en los casquetes de hielo de los Polos. Parece increíble para cualquiera que no sea científico del clima, pero el agua de nuestros lagos y ríos no representa más que el 0,01% de las reservas de agua del planeta.

El agua dulce y corriente —es decir agua que fluye en un río en el que se acumulan las últimas lluvias, la nieve derretida y el deshielo primaveral de gigantescos glaciares de montaña— es vital para nuestra existencia, para el medio ambiente, las culturas, incluso las naciones-estado. ¿Cómo sería Egipto sin el Nilo? ¿O Londres sin el Támesis? ¿Y no son algunas de nuestras principales civilizaciones, en esencia, “civilizaciones fluviales”? ¿Se pueden imaginar Viena sin el Danubio? ¿Pero qué Gobiernos piensan alguna vez en sus ríos, en lugar de sus sistemas de seguridad social o sus gastos de defensa?

¿Cuáles son las amenazas contra este bendito regalo del agua a nuestra Tierra? Son tres, que suelen estar relacionadas entre sí, pero son fáciles de identificar por separado.

La primera es la política internacional, es decir, las disputas entre los Estados y los pueblos por el control de las corrientes de agua dulce. Las naciones de las partes altas de los ríos desvían el agua para proyectos de regadío con el fin de impulsar la agricultura. Pero los países que están río abajo, sufren por la reducción del volumen de agua que les llega y se indignan; de ahí puede surgir un conflicto. También pueden aparecer antagonismos cuando una sociedad de río arriba descarga elementos desagradables o peligrosos en el río y contamina las aguas que llegan más abajo.

La segunda amenaza es totalmente distinta: se debe al tremendo aumento de la demanda mundial de agua dulce. En 1825, había alrededor de 1.000 millones de seres humanos en nuestro planeta, que en su mayoría sacaban y utilizaban el agua con métodos preindustriales. Hoy, con casi un total de 7.000 millones de personas en el mundo, con necesidades diarias cada vez mayores y con industrias (cemento, acero, chips de silicio, hoteles) que consumen inmensas cantidades de agua dulce. El crecimiento de la economía mundial desde 1800 y el afortunado incremento del nivel de vida de tanta gente han ido acompañados de un aumento incontrolado y desproporcionado del consumo de agua. Hoy cada persona gasta muchísimos litros más que sus abuelos. Aunque no existiera ninguna amenaza de las que se sugerían más arriba contra la seguridad de las reservas de agua, la demanda total está ejerciendo más presión sobre las reservas normales.

Pero —y esta es la tercera amenaza— ¿y si además resulta que las reservas originales están agotándose? ¿Y si no podemos seguir contando con un caudal previsible en esos ríos que tanto significan para la vida cultural y social pero, sobre todo, para la vida física? Según muchos informes científicos, los mayores problemas actuales se producen en Asia, donde la población aumenta de forma increíble y la estación de las cosechas es cada vez más breve, porque las temperaturas son más elevadas y las precipitaciones, más escasas. Numerosas comunidades a los pies del Himalaya dicen que hay mucho menos deshielo. Ya no hay suaves pendientes nevadas que se derritan en abril; la temporada de los deshielos se acaba en febrero. Y no hay que olvidar que los glaciares de todo el mundo están derritiéndose de forma constante e insidiosa, en particular los gigantescos glaciares de Tíbet que alimentan tantos grandes ríos de India, China, Myanmar y Vietnam. Se trata del futuro de 3.000 millones de personas. Y de unas sociedades que reaccionarán con furia a la pérdida del agua, y unos Gobiernos que quizá no respondan con prudencia sino de forma insensata, luchando por las reservas de agua en vez de negociar para encontrar una manera científica de compartir un recurso cada vez más escaso.

Regresemos, pues, a mi propuesta inicial. Los problemas que obsesionan a los analistas estratégicos contemporáneos, a los expertos de sillón en asuntos internacionales, por muy importantes que se crea que son, palidecen al lado de la crisis mundial del agua. Desde el río Colorado hasta el Brahmaputra, el caudal de los ríos disminuye. Decidme si hay algo que sea más importante que eso.
 
El agua es vida

Los estudiosos dicen que hay sustitutos para el petróleo, pero no hay sustitutos para el agua dulce. “Si te quedas sin agua, te quedas sin vida”, reza un dicho Uzbeco. Y Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas, dijo: “Para la supervivencia, el bienestar y el desarrollo socioeconómico de toda la humanidad es un requisito fundamental tener garantizado el acceso a un suministro suficiente de agua potable. Sin embargo, continuamos actuando como si el agua dulce fuera un recurso abundante e inagotable, cuando no lo es.”

Una de las grandes contradicciones de la naturaleza humana es que únicamente valoráis las cosas una vez que se vuelven escasas. Apreciáis el valor del agua cuando el pozo se ha secado. Y los pozos no sólo están secándose en las regiones tradicionales con tendencia a las sequías, sino también en zonas no asociadas tradicionalmente con escaseces de agua.


Sería bueno que todas las personas, los niños, las niñas, las mujeres y los hombres se comprometan en cuidar y no desperdiciar el agua. Y así, quizá, dentro de unos años, en vez de faltar, el agua podría alcanzar para todos…

 

 

Fuente: El País : Paul Kennedy, Universidad de Yale.

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